El esfuerzo, un valor a la baja

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Cada mañana, al levantarnos, luchamos contra la pereza y nos disponemos a lidiar con lo que el día nos depare. Algunos tenemos serias dificultades para salir de la cama, otros (los menos) lo hacemos de buena gana y con alegría, pero la mayoría tenemos que hacer un esfuerzo sobrehumano para ponernos en pie y enfrentarnos a la rutina diaria.

La desmotivación nos invade y el día a día nos aplasta. ¿Por qué nos cuesta tanto ponernos en marcha? ¿Qué le falta a nuestra vida cotidiana que nos impide encararla con una actitud positiva y decidida?

Si Xavier Guix decía hace unos años que «el esfuerzo no está de moda», me temo que la desmotivación ha pasado a ser trending topic no sólo en las redes sociales, sino también (y sobre todo) en la educación.

Padres y educadores nos sorprendemos de que los jóvenes no estén motivados cuando viven rodeados de adultos desapasionados por su trabajo, que no han sido capaces de poner límites o marcar unos mínimos de exigencia sencillamente porque ellos mismos ni los respetan (los límites) ni muestran una mínima autodisciplina.

No vale que, ante cualquier dificultad, sólo nos movamos si existen altas probabilidades de éxito inmediato. Y cuando calculamos mal y fracasamos, nos hundimos en la mayor de las miserias. Aceptamos mal la frustración, el error lo vivimos como fracaso en lugar de como una oportunidad de aprendizaje.

Esto nos lleva a marcarnos sólo objetivos a corto plazo, que consideramos de riesgo asumible, y que supongan un esfuerzo mínimo. No vaya a ser que los demás piensen que somos unos fracasados.

Así pues, hemos creado un entorno social que inculca a nuestros jóvenes la idea de que el éxito debe ser fácil y rápido de conseguir (aprender chino en 10 minutos) y que la suerte, las circunstancias o los hados juegan un importante papel en su consecución (es el modelo de éxito que difunden los medios de comunicación), en lugar de enseñarles a asumir sus propias limitaciones y a responsabilizarse de sus errores (y no imputarlos a los demás).

Y si encima tenemos en cuenta que el esfuerzo no siempre conlleva aparejado el éxito, sino que depende en gran medida del desarrollo de las propias capacidades y habilidades, además del tiempo dedicado al ensayo-error, ¿quién va a levantarse cada día con una sonrisa en la boca y con ganas de comerse el mundo?

Eduquemos a nuestros hijos y alumnos en la constancia, en la responsabilidad, en la autonomía personal, en la paciencia y en la creencia en sí mismos. Planteémosles objetivos cada día un poco más complejos, animémosles a seguir adelante y a salvar las dificultades, a aplazar las recompensas, acompañémosles pero sin quitarles la responsabilidad de sus éxitos y de sus fracasos.

Enseñémosles que el esfuerzo no es un fin en sí mismo, sino un medio necesario para alcanzar determinados objetivos, siendo nosotros mismos sus modelos y actuando en consecuencia: asumamos nuestras limitaciones, esforcémonos por superarlas, aprendamos del error para sobreponernos al fracaso y valoremos los logros por pequeños que sean.

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Carta a los profesores de mi hijo

Estimados profesores:

Queremos aprovechar la ocasión para agradeceros, como padres y madres, vuestro trabajo diario educando a nuestros hijos en estos momentos de incertidumbre que nos ha tocado vivir. Os damos las gracias por vuestra dedicación, implicación y colaboración, adaptándoos a nuevas maneras de enseñar, con el fin de sacar lo mejor de ellos mismos y, al mismo tiempo, estimularlos para que se adapten a un mundo cambiante e incierto y hacer que trabajen para mejorarlo, para prepararlos ante los retos y adversidades de la vida.

Gracias por aceptar el reto de guiar y proteger estos espíritus en plena formación, aún frágiles y vulnerables. Tenéis la responsabilidad de acompañarlos en el desarrollo de sus aptitudes y capacidades. Una gran responsabilidad, pero también una de las más bellas y de las más gratificantes.

Cada día os cedemos gran parte de nuestro tiempo y de nuestro lugar para que participéis de la educación de nuestros hijos e hijas. Su futuro está en vuestras manos. Tenéis el encargo de favorecer su desarrollo, de acompañarlos a encontrar su camino, ayudarles a convertirse en adultos, en ciudadanos libres. ¿Hay más difícil y más grande?

Sí, educar es difícil. A menudo hay que volver a empezar para alcanzar el objetivo, pero no hay que desanimarse nunca. Cada muchacho, cada chica, tiene un potencial que sólo pide ser descubierto. El placer de aprender, la curiosidad, la apertura de espíritu, el sentido del esfuerzo, la autoestima… deben ser el motor principal de la educación.

Debemos a nuestros jóvenes el mismo amor y el mismo respeto que esperamos de ellos. Porque los amamos y respetamos, tenemos el deber de enseñarles a ser exigentes con ellos mismos, enseñarles que nadie puede vivir sin obligaciones y que no puede haber libertad sin reglas. De inculcarles el gusto por el esfuerzo.

El respeto es la base de toda educación. Respeto hacia los demás y respeto a uno mismo. Educar es hacer que cada uno se sienta una persona única y, al mismo tiempo, parte de toda la humanidad. Gracias por permitir a cada alumno que se construya su propia visión del mundo.

Mostradles cada día lo que significa llenar de pasión el trabajo de tu vida, responsabilizadlos con la tarea de hacer un mañana mejor porque no siempre se trata de tener las respuestas correctas, sino también de hacer las preguntas correctas.

No dejéis nunca de idear nuevas maneras de motivarlos, inspirarles y alentarlos. Nunca dejéis de intentar despertar su curiosidad, de fomentar la esperanza y la idea de que trabajando intensamente cualquier cosa es posible.

Muchas gracias por vuestro esfuerzo, implicación, dedicación, ayuda y colaboración. Nos alegra enormemente poder contar con vosotros como lo que sois: socios y colaboradores en esta difícil pero preciosa tarea de educar. Padres y profesores formamos un auténtico equipo con un mismo objetivo: hacer de ellos jóvenes felices, críticos y solidarios.

Muchas gracias por vuestra comprensión, afecto, sabiduría, sonrisas, lágrimas, creatividad y pasión tanto dentro como fuera del aula. Quizá el mundo no os aplauda y valore tanto como sería necesario, pero hay que reconocer que para nosotros, los padres, sois los profesionales más importantes de la sociedad.

Henry Adams dijo que «un profesor trabaja para la eternidad, nunca sabe dónde acaba su influencia». Cuando los ánimos estén por tierra, leed esta cita y recordad vuestra misión, la trascendencia de vuestro trabajo y de lo que lleváis entre manos: la educación de nuestros hijos, de los hombres y mujeres de mañana.

«Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos» Carl Gustav Jung.

Gracias,

Los padres y las madres del vuestros alumnos

La adolescencia no es un problema, es una oportunidad

Anna Forés Miravalles

https://elcerebroenelaula.wordpress.com/2015/06/14/adolescencia-y-neurociencia/

excelente entrada del blog de Félix pardo

las investigaciones neurobiológicas sobre las que reflexiona David Dobbs, escritor norteamericano de éxito y periodista científico en prestigiosas revistas, en el artículo “Hermosos cerebros” publicado el pasado octubre de 2011. Cuando los adultos observamos la conducta de un adolescente, especialmente cuando comporta riesgo, nos quedamos la mayoría de las veces sin entender el por qué, sobre todo cuando su entorno no nos parece entrañar ningún problema. Y esto sucede porque buscamos las causas únicamente en el medio social y cultural, ignorando los cambios que experimenta el cerebro con la irrupción de la pubertad por las influencias hormonales y las propias experiencias que poco difieren ya de las vividas por los adultos.

Tal como nos hace ver Dobbs, el cerebro adolescente experimenta un proceso de maduración que transforma la red neuronal, de tal modo que aumenta la velocidad en la comunicación entre…

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De una maestra a los padres: sobre ESE niño que pega, interrumpe e influencia a tu niño

Magnífica carta abierta a los padres

una madre de Marte

Hace unos días llegó a mis manos este artículo, escrito por Amy Murray, la directora de educación infantil en la Calgary French & International School en Canada. Me tocó muy de cerca. Ese niño, el que pega, el que interrumpe, el que molesta… es, muchas veces, alguno de mis hijos. Ojalá sus maestros hubieran tenido la mirada de la maestra que escribió esta carta.

Simms TabackQueridos padres:

Lo sé. Estáis preocupados. Cada día, vuestro hijo llega con una historia sobre ESE niño. El que está siempre golpeando, empujando, pellizcando, molestando, quizás incluso mordiendo a otros niños. El que siempre va de mi mano en la fila. El que tiene un lugar especial en la alfombra, y a veces se sienta en una silla en vez de en el suelo. El que tuvo que dejar de jugar con bloques porque los bloques no son para lanzar. El que se subió a…

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Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite (Oscar Wilde )

Dando Vueltas sobre Vueltas: ¿Te apetece una ostia?.

Cuestionar, compartir, crear: claves de la educación

 

cal edu

 

El blog de Salvaroj: Cuestionar, compartir, crear: claves de la educación.

«El progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de las sillas en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota irreversible y una exclusión inapelable.» Zygmunt BAUMAN: Tiempos líquidos. Barcelona, Tusquets Editores, 2013 (página 21)

Ya he comentado en otras ocasiones que la escuela tradicional estaba pensada para un mundo previsible (permanente). En cambio, la escuela de nuestros tiempos, esa que todavía está por construir, debe dar respuesta a un mundo mutable (movimiento continuo). Por eso, los hombres y mujeres de nuestra sociedad no pueden detenerse nunca, no pueden dejar de aprender y formarse, porque si lo hacen corren el riesgo de «perder su silla» y quedar fuera de juego en la sociedad, tanto laboralmente como personalmente.

José Antonio Marina cree que el conocimiento está al servicio de la acción. En su libro La inteligencia ejecutiva dice que la «Inteligencia es la capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo metas, aprovechando la información y regulando las emociones.» La escuela del aprendizaje memorístico de contenidos, del silencio y la obediencia, debe dejar paso a una escuela de la acción donde se enseñe a los alumnos a tomar decisiones, a dar respuestas creativas, a tolerar la frustración que supone el fracaso (el error), a adaptarse a nuevas situaciones…

Cuestionar… este es uno de los verbos clave de la educación escolar del siglo XXI. Ya no vale la aceptación ciega del conocimiento que transmiten los docentes en las aulas, ahora se trata de ponerlo en tela de juicio, de verificarlo, de reconocer su provisionalidad. El alumno debe ser creador de conocimiento, debe plantearse preguntas más que dar respuestas.

Para ello, debemos hacer alumnos más competentes… debemos sustituir la competencia por la solidaridad. Compartir… este es otro de los verbos esenciales de la educación en nuestras escuelas. La colaboración es clave en las relaciones que se establecen entre las personas que viven en esta sociedad voluble.

Las personas ya no necesitamos ser depositarias de datos y cifras. Todo eso puede guardarse en una memoria externa a nuestra mente. Eso libera a nuestro cerebro para potenciar otro tipo de capacidades. Crear… y no reproducir es el tercer verbo fundamental para la educación de las personas de nuestra sociedad.

Cuestionar, compartir, crear son las «tres C» que dan forma y sentido a la educación escolar del siglo XXI, son el fundamento para crear una nueva escuela.

AULA RED XXI: Aprendizaje Cooperativo

AULA RED XXI: Aprendizaje Cooperativo.

Frente a la concepción tradicional del aprendizaje surge una nueva concepción de la experiencia educativa: el aprendizaje cooperativo, un término genérico para referirse a un grupo de procedimientos de enseñanza que parten de la organización de la clase en pequeños grupos mixtos y heterogéneos donde los alumnos trabajan conjuntamente de forma coordinada entre sí para resolver tareas académicas y profundizar en su propio aprendizaje.

Un texto que os recomendamos leer…¿Qué? ¿Por qué? ¿Para qué y ¿cómo? del aprendizaje cooperativo.

The Flipped Classroom (aula invertida):

La Innovación educativa – What is the Flipped Classroom | The Flipped Classroom.

Un modelo educativo inclusivo que permite la atención a la diversidad y el aprendizaje colaborativo en el aula, además de contemplar los tres ámbitos de desarrollo del alumno: familia, escuela y comunidad.

El educador social como agente de cambio desde la educación primaria

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Cubos de madera con letras y números. Educación social. Educación primaria

Las primeras edades son fundamentales para el desarrollo de actitudes de relación interpersonal. Es necesario desarrollar en ellos una serie de habilidades que hagan emerger las capacidades de seguridad, autoestima y autonomía, permitiendo que se formen plenamente como personas. Educar en valores es participar en un auténtico proceso de desarrollo y construcción personal. Una participación que consiste en crear condiciones pedagógicas (escuela) y sociales (familia y comunidad) para que dicha construcción se lleve a cabo de una forma óptima.

¿Pero qué papel representa la Educación Social en todo esto? Según Castillo (2013), no hay duda de que la Educación Social aporta a la institución escolar “una nueva manera de hacer y desarrollar las cosas, unida a una metodología y sensibilidad para interpretarlas y entenderlas”, así como una especialización “en competencias concretas relacionadas con el seguimiento, la proximidad, la comunicación o la mediación”, integrándose como una pieza fundamental del engranaje educativo y no interviniendo sólo en las situaciones de conflicto, de manera puntual y desde el ámbito no formal.

Como indica Sánchez Martínez (2008), el educador social en los centros educativos debe ser un agente de cambio, de adaptación y de mediación, y no un agente más dentro del conflicto educativo basado en la resistencia al cambio, en la escasa capacidad de adaptación de la estructura organizativa habitual de las escuelas. Debe trabajar junto con el resto de profesionales en pro del crecimiento personal y social de todos los alumnos, sabiendo combinar saberes específicos y escolares, debe poseer una buena capacidad crítica, saber manejar los recursos disponibles, poseer una amplia conciencia social, capacidad afectiva, empática y de adaptación.

Parcerisa (2007) precisa que “no se trata de introducir estas figuras profesionales dentro del contexto sin más” sino que se debe de buscar un marco flexible de intervención dentro del actual modelo de enseñanza para que los educadores no se conviertan en esos chicos “… que nos descarguen del problema”; el problema es común y se hace necesaria una visión de conjunto. El educador social es algo más que una figura de emergencia para resolver problemas emergentes. Su fin no es tapar vías de agua, sino el desarrollo de la educación integral del alumnado dentro de la comunidad. Probablemente sea la titulación universitaria que cuente con el perfil más adecuado para realizar el tipo de intervención socioeducativa demandado en el ámbito escolar.

Petrus (2004), parafraseando a Charpak (2001), concluye que, si “el aprendizaje no es una acumulación de información sino un proceso, personal y social, de construcción de sentidos a partir de múltiples representaciones del saber”, no puede darse a partir de la separación entre educación social y educación escolar. Es decir: es imprescindible la actuación del educador social también en la educación formal y no limitar su campo a la educación no formal. Es más, debería incluirse esta figura en todos los centros de educación primaria y no sólo en los de secundaria, como actualmente ocurre en ciertas Comunidades Autónomas, y en muchas ocasiones limitándose a aquéllos en los que se dan altos niveles de violencia, multiculturalidad o fracaso escolar.

En este sentido, la consolidación de esta figura en el ámbito escolar y el desarrollo de sus funciones están siendo muy irregulares, dependiendo de las políticas educativas de cada administración autonómica (Castillo, Galán y Pellissa, 2012).

Ante los problemas de fracaso escolar, absentismo, violencia, hábitos de estudio inadecuados, poca implicación de algunas familias, exclusión social y educativa, etc. muchos profesionales se plantean un cambio en la educación que busque alternativas, nuevas soluciones a nuevas situaciones contextuales, individuales y grupales en el proceso educativo en la línea de lo que se pretende conseguir a través de una educación inclusiva. La intervención de otras figuras profesionales en los centros educativos puede facilitar el proceso de transformación en las escuelas, siendo necesarias en todas las etapas educativas desde una perspectiva preventiva. Laorden, Prado y Royo (2006) defienden que el educador social debe entrar como profesional en todos los centros educativos, no sólo en los de mayor conflictividad, y en todos los niveles educativos, como la figura que ayude en los claustros en la búsqueda de estas nuevas soluciones. Para ello, el educador social debería conocer experiencias, el currículo y la legislación educativa, las competencias profesionales de los maestros y otros profesionales como pedagogos, orientadores, trabajadores sociales, logopedas, psicólogos, etc. Siempre en pro de una educación inclusiva mediante la educación integral de las personas independientemente del contexto (formal o no formal) en que se sitúe el proceso educativo.

El educador social puede ser el agente de cambio en los centros escolares de primaria de cara a conseguir la interconexión educativa con las familias, actuando como mediador entre el centro y las familias y con el entorno social, como animador sociocultural, como moderador ante situaciones conflictivas, como dinamizador de grupos (incluidas las AMPA’s), como detector de factores de riesgo que puedan derivar en situaciones socioeducativas desfavorables.

La Educación Social debe intervenir para fortalecer a los alumnos y a las familias que participan en el sistema educativo, desde la prevención, sin tener que esperar a que aparezcan los problemas, por lo que se hace necesaria la inclusión de la figura del educador social en todos los centros, y no sólo en los de mayor conflictividad social.

A este respecto, el Consejo General de colegios Oficiales de Educadoras y Educadores Sociales dedicó un monográfico de la revista RES (16, enero 2013) precisamente a la Educación Social y la escuela. En él el profesor Rafael Merino reflexiona sobre la necesidad de superar las dificultades conceptuales e institucionales que puedan darse con el fin de lograr la integración de saberes y de transmisiones entre ambas, de manera que pueda hacer más potente la integración social de toda la comunidad. Se trata de reconocer que ambas constituyen las dos caras de una misma moneda que es la educación.

En los últimos años, en varias comunidades autónomas españolas podemos encontrar la figura del educador social en centros educativos, principalmente de secundaria, pero no así en los de primaria. Cada Comunidad ha establecido cuáles serán las funciones del educador social, pero en todas ellas se incardinan básicamente entorno a la mejora de la convivencia, la prevención del absentismo y la mediación entre familia y escuela.

Extremadura ha incorporado esta figura en todos sus centros de secundaria; Castilla-La Mancha, Andalucía y Aragón lo han hecho en aquellos centros en los que el nivel de conflictividad lo requiere. En Cataluña, la actuación se lleva a cabo desde los Servicios Sociales Básicos, a través de programas y proyectos coordinados con los centros. En Euskadi el educador social juega un importante papel en el desarrollo de las comunidades de aprendizaje (Ruíz, 2013). En el caso de Baleares, se creó la figura del Técnico de Intervención Socioeducativa como respuesta al alto índice de absentismo, fracaso escolar y conflictividad en los centros de secundaria (Gelabert y Muñoz, 2013).

Por otro lado, deberíamos preguntarnos qué ocurre en los centros de primaria, por qué no aprovechar la plataforma de actuación que supone la escuela para llevar a cabo este tipo de iniciativas preventivas, desde la óptica de la educación social y con un enfoque preventivo, y no focalizándose sólo en aquéllos en los que hay graves problemas de convivencia, absentismo o conflictividad, sino trabajando en estrecha colaboración con toda la comunidad educativa y especialmente con las familias.

Fernández del Valle (2004) considera que, si bien los programas de intervención suelen abordar la problemática familiar desde situaciones de riesgo o desamparo, es de suponer que sería preferible aplicar programas similares pero desde un enfoque preventivo. En este sentido, los Servicios Sociales, además de su rol de intervención en los casos donde existen necesidades sociales al descubierto, han asumido el papel de coordinación de actuaciones en estos temas y, por tanto, en el caso de la protección infantil, la coordinación de actuaciones con el sistema de enseñanza o con el sistema sanitario son esenciales.

Puesto que no cabe duda de que la Educación Social se fundamenta en la intervención desde una perspectiva preventiva de carácter primario, qué mejor que hacerlo desde la educación primaria, donde se gestan los grandes problemas de la educación en la sociedad actual (falta de valores, absentismo, violencia, fracaso escolar, marginación…). Es en la educación primaria donde se puede intervenir en el propio contexto de desarrollo del niño y desde el que, a su vez, mayor acceso se puede tener al contexto familiar y comunitario con el fin de evitar posteriores intervenciones.

Actualmente, podemos encontrar psicólogos y psicopedagogos en algunos centros de educación primaria que realizan tareas que corresponderían a la figura del educador social. Deberíamos preguntarnos qué tareas son éstas, qué competencias se requieren para su óptimo desarrollo y si los diplomados y graduados en Educación Social las han podido adquirir a lo largo de la carrera universitaria. En suma, necesitamos saber si el perfil profesional del educador social responde a las necesidades del ámbito de la educación formal ¿Están los educadores sociales suficientemente preparados para realizar su labor en un centro de educación primaria?

BIBLIOGRAFÍA:

  • ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) (2005). Libro blanco de Pedagogía y Educación Social. Vol. 1. Madrid: Autor. En: http://www.aneca.es/var/media/150392/libroblanco_pedagogia1_0305.pdf.
  • ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) (2005). Libro blanco de Pedagogía y Educación Social. Vol. 2. Madrid: Autor. En: http://www.aneca.es/var/media/150396/libroboanco_pedagogial2_0305.pdf.
  • ASEDES (2004). El educador y la educadora social en el estado español: una concreción de su trabajo en centros escolares. Informe elaborado por Asedes (Asociación Estatal de Educación Social) junto con los Colegios Profesionales de Educadores y Educadoras Sociales del estado. Octubre 2004. [Material no editado]. En: http://www.ceespv.org/downloads/E.S._Centros_Escolares_ASEDES.pdf.
  • Castillo, M. (2013). La aportación de los educadores y educadoras sociales a la escuela: nuevas competencias, nuevas posibilidades. RES Revista de educación social, 16. En: http://www.eduso.net/res/pdf/16/aporescu_res_16_.pdf.
  • Castillo, M., Galán, D. y Pellissa, B. (2012). La incorporació dels educadors socials a l’escola: l’experiència present i les perspectives de futur. Barcelona: UOC.
  • Charpak, G. (2001). Niñas, investigadoras y ciudadanas. Niños, investigadores y ciudadanos. Barcelona: Vicens Vives.
  • Fernández del Valle, J. (2004).  Intervención con menores en riesgo desde los Servicios sociales. En González Menéndez A., Fernández Hermida, J.R. y Secades R. (coords.) (2004). Guía para la detección e intervención temprana con menores en riesgo, 147-178. Gijón: Colegio Oficial de Psicólogos del Principado de Asturias.
  • Gelabert, M. y Muñoz, A. (2013). Reforzar vínculos en la comunidad educativa a través de la intervención socioeducativa. RES Revista de educación social, 16. En:  http://www.eduso.net/res/pdf/16/reforvin_res_16.pdf.
  • Laorden, C., Prado, C. y Royo, P. (2006). Hacia una educación inclusiva. El papel del educador social en los centros educativos. Pulso. Revista de educación, 27, 77-93. En: http://revistapulso.cardenalcisneros.es/documentos/articulos/65.pdf.
  • Martín-Cuadrado A., Gallego, D.J. y Alonso, C.M. (2010). El Educador Social en acción: de la Teoría a la Praxis. Madrid: Ramón Areces.
  • Merino, R. (2013). La educación social en la escuela / la escuela en la educación social. RES Revista de educación social, 16. En: http://www.eduso.net/res/pdf/16/edues_res_16.pdf
  • Muñoz Santos, E. y López Álvarez, C. (2008). Intervencions de l’educador social dins l’àmbit educatiu. Experiències a Sa Pobla. Anuari de l’educació de les Illes Balears, 2008. En: http://www.doredin.mec.es/documentos/01220093000029.pdf
  • Parcerisa, A. (2007). Didáctica en la Educación Social: enseñar y aprender fuera de la escuela. Barcelona: Graó.
  • Petrus, A. (2004). Educación Social y Educación Escolar. Pedagogía Social. Revista interuniversitaria, 11, 87-110.                                         En: http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1457956.pdf.
  • Petrus, A., Romans, M. y Trilla, J. (2004). De profesión: educador(a) social. Barcelona: Paidós.
  • Ruíz, M. (2013). El educador social en la escuela. Un ejemplo de intervención desde un enfoque intercultural. RES Revista de educación social, 16. En: http://www.eduso.net/res/pdf/16/escmultc_res_16.pdf.
  • Sánchez Martínez, J.J. (2008). Servicios a la comunidad: un referente para la concreción del perfil socioeducativo de los educadores sociales en la escuela. Bordón, 60, 41-50. En: http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2912263.pdf.
  • Vallés, J. (2011). Análisis y valoración de las funciones de los educadores sociales en España. [Analysis and assessment of the roles of social workers in Spain] (Tesis doctoral). Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid. En: http://e-spacio.uned.es:8080/fedora/get/tesisuned:Educacion-Jvalles/Documento.pdf.

Familia – Escuela – Comunidad: puntales en la educación

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La nuclearización de la familia, la falta de tiempo de los padres, pero sobre todo la falta de referentes a la hora de educar a los hijos/as, están dando como resultado una división entre la labor educativa de la escuela y la de los padres, que desemboca en incomprensión mutua y desprestigio de una institución hacia la otra. Las consecuencias son claras: niños con problemas de conducta, diagnóstico de múltiples trastornos en edades cada vez más tempranas y niveles de absentismo y fracaso escolar cada vez más elevados.

La falta de valores (tanto personales como sociales) de la sociedad postindustrial ha derivado en una incapacidad de algunos padres para educar a sus hijos e hijas para la convivencia en la propia comunidad y para la mejora de la sociedad en la que han de desarrollarse.

Los cambios económicos y sociales de las últimas décadas han tenido importantes repercusiones en la institución familiar. Se trata de familias reducidas, que contrastan con la imagen tradicional de la familia extensa a la que estábamos acostumbrados y que, a modo de tribu, acompañaba a los padres y madres en la crianza de sus hijos e hijas. Los padres y madres acumulan hoy una gran carga de responsabilidades sin apoyo, sin referentes y, lo que es más importante, sin tiempo.

De todos es sabido que las familias desempeñan un papel primordial en la educación de sus hijos e hijas, ya sea por acción o por omisión. En el curso de la socialización familiar, los niños interiorizan conocimientos y desarrollan valores y actitudes ante la vida. Los comportamientos de los adultos, sus gestos y actitudes, son observados e imitados. Los padres y las madres transmiten también buena parte de la información que los niños y niñas necesitan para desarrollarse en el mundo. De igual manera, la escuela y la comunidad al completo actúan como transmisores no sólo de conocimientos, sino también de valores que permitirán que se desarrollen correctamente. Familia, escuela y sociedad deberán trabajar en la misma dirección y formar un equipo educativo que acompañe en la crianza de los niños y las niñas que constituirán la sociedad de mañana.

Sin embargo, en muchas ocasiones, los padres y las madres se sienten solos ante sus responsabilidades educativas y están desbordados por la complejidad de las situaciones. Debemos recuperar un discurso educativo optimista y alegre que permita a las familias educar a los niños y las niñas que constituirán la sociedad del futuro, acompañándolos en su día a día.

Es deber de la propia sociedad recuperar el diálogo entre los agentes educativos de manera que se fortalezcan los lazos afectivos entre padres, hijos, escuela y comunidad, de modo que recuperemos la tradicional frase “para educar un niño hace falta toda una tribu”, puesto que es la tribu al completo la responsable de su educación.

La educación sólo es posible cuando es un proyecto compartido. La tarea de educar, de ayudar a crecer, a madurar, es tan ingente que la familia sola no puede abarcar todos los ámbitos de crecimiento de sus hijos e hijas. Si bien el protagonista siempre será la propia persona, nadie lo consigue por sí solo, porque para educar un niño se necesita toda una tribu.

Habitualmente se suele enfocar la problemática infantil hacia contextos desfavorecidos, de algún modo por todos reconocidos o de riesgo evidente, es decir ligados a situaciones ya problemáticas debidas a factores familiares y contextuales (desestructuración familiar, bajo nivel educativo, maltrato, pobreza, discapacidad, inmigración, fracaso escolar, adicción, etc.), actuando desde una perspectiva paliativa, mediante intervenciones selectivas, cuando la situación ha llegado a conocimiento de los Servicios Sociales Básicos a través de los agentes educativos (básicamente la escuela). En cambio, por mi experiencia trabajando con grupos de padres y madres en diferentes, he observado que cada vez son más las familias que, aún no incluyéndose en ningún grupo de riesgo (estructuradas, algunas de clase alta o media-alta, sin adicciones ni discapacidades, autóctonas, etc.), ya en los primeros años de escolarización se les podría considerar, si no en situación de riesgo, sí en situación de vulnerabilidad sencillamente por la falta de habilidades parentales de los padres. Se trata de familias (algunas muy jóvenes, pero no necesariamente) que no han tenido modelos adecuados en cuanto a la p/maternidad y que no son capaces de desarrollar modelos adecuados para sus hijos/as. Se trata de niños/as que acaban la escolaridad en el borde del fracaso escolar (si no directamente en él), que no disponen de las habilidades sociales adecuadas para un correcto desarrollo (sencillamente porque sus padres carecen de ellas), sin llegar a ser casos de Servicios Sociales hasta que se producen situaciones extremas.

Una buena parte de los problemas de la adolescencia comienza y se cronifica en la infancia. Así como una buena proporción de problemas en la vida adulta tiene su inicio en cambios drásticos acaecidos durante la adolescencia. Así pues, la necesidad de intervención temprana parece obvia. Aunque los programas de intervención familiar han partido de su función de abordaje de situaciones de riesgo o desamparo, cabe pensar que sería enormemente rentable aplicar programas similares pero desde un enfoque preventivo. Se trataría, pues, de actuar desde la prevención primaria, mediante una intervención universal que incluya toda la población de menores sin que medie ningún criterio de selección, trabajando con los padres ya desde los primeros años de la crianza, mediante múltiples acciones paralelas, en las que las intervenciones escolares, familiares, sanitarias, de servicios sociales e incluso mediáticas jueguen un papel coordinado, implicando a la mayor parte posible de agentes sociales.

Autores como Bartau, Etxeberría y Maganto (2001), Comellas (2009) o Marina (2010), entre otros, recogen algunos de los factores que justifican este tipo de intervención socioeducativa:

  • El deseo de padres y madres de desarrollar adecuadamente su papel, que debe ser revisado y adaptado a las nuevas circunstancias.
  • Los cambios sociales que han llevado a la nuclearización de la familia, el desgaste de la comunidad, la diferenciación y especialización de roles, la dispersión geográfica de las generaciones familiares y el trabajo fuera del hogar.
  • Las relaciones entre paternidad/maternidad y la educación de los hijos, no dependen exclusivamente de los padres y las madres, sino que forman parte de un sistema de relaciones internas y externas con el entorno. La educación debe ser considerada dentro del marco de las relaciones familia-escuela-comunidad.
  • Necesidad de crear un sentimiento mutuo de pertenencia entre familia, escuela y comunidad.
  • La necesidad que tiene el niño y la niña de sentir una misma voz a su alrededor que, desde diferentes ámbitos, le inculque los valores, los estímulos y las capacidades necesarios para conquistar el mundo.
  • Necesidad de la escuela de compartir su proyecto educativo con las familias y la comunidad y hacerlo coherente con el proyecto educativo familiar, creando así un proyecto educativo global.
  • La sociedad actual requiere una revisión de los valores que la constituyen con el fin de favorecer la convivencia, la solidaridad y el respeto en la diversidad y la diferencia.

Aunque los programas de intervención familiar han partido de su función de abordaje de situaciones de riesgo o desamparo, cabe pensar que sería enormemente rentable aplicar programas similares pero desde un enfoque preventivo.

Es importante destacar que los Servicios Sociales, además de su misión de intervención en los casos donde existen necesidades sociales al descubierto, han asumido el papel de coordinación de actuaciones en estos temas y, por tanto, en el caso de la protección infantil, la coordinación de actuaciones con el sistema de enseñanza o con el sistema sanitario son esenciales.

Sin embargo, la plataforma de actuación que supone la escuela no debería desaprovecharse para llevar a cabo este tipo de iniciativas preventivas, desde la óptica de la educación social y con un enfoque preventivo.

La intervención a nivel familiar en el campo de la prevención se justifica por el papel crucial que desempeñan los padres en la formación de la personalidad y adquisición de hábitos de los hijos. Por lo que damos por sentado que para promover los factores de protección es necesaria la intervención con las familias. Espada y Méndez (2002) plantean las siguientes hipótesis:

  • Si los padres cuentan con información sobre el desarrollo infanto-juvenil, estarán más capacitados para entender las conductas de sus hijos, sintiéndose y haciéndose sentir más cercanos a ellos.
  • Si los padres disponen de información sobre los comportamientos de riesgo estarán mejor preparados para atender las demandas de los hijos y para detectar situaciones de riesgo.
  • Si los padres adoptan en su estilo de vida comportamientos saludables, entonces ejercerán como modelos adecuados, haciendo más improbable la adopción de conductas de riesgo.
  • Si los padres ponen en práctica estilos comunicativos que posibiliten la relación abierta y sincera con sus hijos, disminuyen el riesgo y refuerzan la red de apoyo social de sus hijos.
  • Si los padres potencian en sus hijos la habilidad para resolver problemas, asumir responsabilidades, afrontar el estrés y autoafirmarse, estarán reforzando los factores de protección para muchas de las principales situaciones de riesgo en la infancia y adolescencia.

 

 

BIBLIOGRAFÍA: