
Cubos de madera con letras y números. Educación social. Educación primaria
Las primeras edades son fundamentales para el desarrollo de actitudes de relación interpersonal. Es necesario desarrollar en ellos una serie de habilidades que hagan emerger las capacidades de seguridad, autoestima y autonomía, permitiendo que se formen plenamente como personas. Educar en valores es participar en un auténtico proceso de desarrollo y construcción personal. Una participación que consiste en crear condiciones pedagógicas (escuela) y sociales (familia y comunidad) para que dicha construcción se lleve a cabo de una forma óptima.
¿Pero qué papel representa la Educación Social en todo esto? Según Castillo (2013), no hay duda de que la Educación Social aporta a la institución escolar “una nueva manera de hacer y desarrollar las cosas, unida a una metodología y sensibilidad para interpretarlas y entenderlas”, así como una especialización “en competencias concretas relacionadas con el seguimiento, la proximidad, la comunicación o la mediación”, integrándose como una pieza fundamental del engranaje educativo y no interviniendo sólo en las situaciones de conflicto, de manera puntual y desde el ámbito no formal.
Como indica Sánchez Martínez (2008), el educador social en los centros educativos debe ser un agente de cambio, de adaptación y de mediación, y no un agente más dentro del conflicto educativo basado en la resistencia al cambio, en la escasa capacidad de adaptación de la estructura organizativa habitual de las escuelas. Debe trabajar junto con el resto de profesionales en pro del crecimiento personal y social de todos los alumnos, sabiendo combinar saberes específicos y escolares, debe poseer una buena capacidad crítica, saber manejar los recursos disponibles, poseer una amplia conciencia social, capacidad afectiva, empática y de adaptación.
Parcerisa (2007) precisa que “no se trata de introducir estas figuras profesionales dentro del contexto sin más” sino que se debe de buscar un marco flexible de intervención dentro del actual modelo de enseñanza para que los educadores no se conviertan en esos chicos “… que nos descarguen del problema”; el problema es común y se hace necesaria una visión de conjunto. El educador social es algo más que una figura de emergencia para resolver problemas emergentes. Su fin no es tapar vías de agua, sino el desarrollo de la educación integral del alumnado dentro de la comunidad. Probablemente sea la titulación universitaria que cuente con el perfil más adecuado para realizar el tipo de intervención socioeducativa demandado en el ámbito escolar.
Petrus (2004), parafraseando a Charpak (2001), concluye que, si “el aprendizaje no es una acumulación de información sino un proceso, personal y social, de construcción de sentidos a partir de múltiples representaciones del saber”, no puede darse a partir de la separación entre educación social y educación escolar. Es decir: es imprescindible la actuación del educador social también en la educación formal y no limitar su campo a la educación no formal. Es más, debería incluirse esta figura en todos los centros de educación primaria y no sólo en los de secundaria, como actualmente ocurre en ciertas Comunidades Autónomas, y en muchas ocasiones limitándose a aquéllos en los que se dan altos niveles de violencia, multiculturalidad o fracaso escolar.
En este sentido, la consolidación de esta figura en el ámbito escolar y el desarrollo de sus funciones están siendo muy irregulares, dependiendo de las políticas educativas de cada administración autonómica (Castillo, Galán y Pellissa, 2012).
Ante los problemas de fracaso escolar, absentismo, violencia, hábitos de estudio inadecuados, poca implicación de algunas familias, exclusión social y educativa, etc. muchos profesionales se plantean un cambio en la educación que busque alternativas, nuevas soluciones a nuevas situaciones contextuales, individuales y grupales en el proceso educativo en la línea de lo que se pretende conseguir a través de una educación inclusiva. La intervención de otras figuras profesionales en los centros educativos puede facilitar el proceso de transformación en las escuelas, siendo necesarias en todas las etapas educativas desde una perspectiva preventiva. Laorden, Prado y Royo (2006) defienden que el educador social debe entrar como profesional en todos los centros educativos, no sólo en los de mayor conflictividad, y en todos los niveles educativos, como la figura que ayude en los claustros en la búsqueda de estas nuevas soluciones. Para ello, el educador social debería conocer experiencias, el currículo y la legislación educativa, las competencias profesionales de los maestros y otros profesionales como pedagogos, orientadores, trabajadores sociales, logopedas, psicólogos, etc. Siempre en pro de una educación inclusiva mediante la educación integral de las personas independientemente del contexto (formal o no formal) en que se sitúe el proceso educativo.
El educador social puede ser el agente de cambio en los centros escolares de primaria de cara a conseguir la interconexión educativa con las familias, actuando como mediador entre el centro y las familias y con el entorno social, como animador sociocultural, como moderador ante situaciones conflictivas, como dinamizador de grupos (incluidas las AMPA’s), como detector de factores de riesgo que puedan derivar en situaciones socioeducativas desfavorables.
La Educación Social debe intervenir para fortalecer a los alumnos y a las familias que participan en el sistema educativo, desde la prevención, sin tener que esperar a que aparezcan los problemas, por lo que se hace necesaria la inclusión de la figura del educador social en todos los centros, y no sólo en los de mayor conflictividad social.
A este respecto, el Consejo General de colegios Oficiales de Educadoras y Educadores Sociales dedicó un monográfico de la revista RES (16, enero 2013) precisamente a la Educación Social y la escuela. En él el profesor Rafael Merino reflexiona sobre la necesidad de superar las dificultades conceptuales e institucionales que puedan darse con el fin de lograr la integración de saberes y de transmisiones entre ambas, de manera que pueda hacer más potente la integración social de toda la comunidad. Se trata de reconocer que ambas constituyen las dos caras de una misma moneda que es la educación.
En los últimos años, en varias comunidades autónomas españolas podemos encontrar la figura del educador social en centros educativos, principalmente de secundaria, pero no así en los de primaria. Cada Comunidad ha establecido cuáles serán las funciones del educador social, pero en todas ellas se incardinan básicamente entorno a la mejora de la convivencia, la prevención del absentismo y la mediación entre familia y escuela.
Extremadura ha incorporado esta figura en todos sus centros de secundaria; Castilla-La Mancha, Andalucía y Aragón lo han hecho en aquellos centros en los que el nivel de conflictividad lo requiere. En Cataluña, la actuación se lleva a cabo desde los Servicios Sociales Básicos, a través de programas y proyectos coordinados con los centros. En Euskadi el educador social juega un importante papel en el desarrollo de las comunidades de aprendizaje (Ruíz, 2013). En el caso de Baleares, se creó la figura del Técnico de Intervención Socioeducativa como respuesta al alto índice de absentismo, fracaso escolar y conflictividad en los centros de secundaria (Gelabert y Muñoz, 2013).
Por otro lado, deberíamos preguntarnos qué ocurre en los centros de primaria, por qué no aprovechar la plataforma de actuación que supone la escuela para llevar a cabo este tipo de iniciativas preventivas, desde la óptica de la educación social y con un enfoque preventivo, y no focalizándose sólo en aquéllos en los que hay graves problemas de convivencia, absentismo o conflictividad, sino trabajando en estrecha colaboración con toda la comunidad educativa y especialmente con las familias.
Fernández del Valle (2004) considera que, si bien los programas de intervención suelen abordar la problemática familiar desde situaciones de riesgo o desamparo, es de suponer que sería preferible aplicar programas similares pero desde un enfoque preventivo. En este sentido, los Servicios Sociales, además de su rol de intervención en los casos donde existen necesidades sociales al descubierto, han asumido el papel de coordinación de actuaciones en estos temas y, por tanto, en el caso de la protección infantil, la coordinación de actuaciones con el sistema de enseñanza o con el sistema sanitario son esenciales.
Puesto que no cabe duda de que la Educación Social se fundamenta en la intervención desde una perspectiva preventiva de carácter primario, qué mejor que hacerlo desde la educación primaria, donde se gestan los grandes problemas de la educación en la sociedad actual (falta de valores, absentismo, violencia, fracaso escolar, marginación…). Es en la educación primaria donde se puede intervenir en el propio contexto de desarrollo del niño y desde el que, a su vez, mayor acceso se puede tener al contexto familiar y comunitario con el fin de evitar posteriores intervenciones.
Actualmente, podemos encontrar psicólogos y psicopedagogos en algunos centros de educación primaria que realizan tareas que corresponderían a la figura del educador social. Deberíamos preguntarnos qué tareas son éstas, qué competencias se requieren para su óptimo desarrollo y si los diplomados y graduados en Educación Social las han podido adquirir a lo largo de la carrera universitaria. En suma, necesitamos saber si el perfil profesional del educador social responde a las necesidades del ámbito de la educación formal ¿Están los educadores sociales suficientemente preparados para realizar su labor en un centro de educación primaria?
BIBLIOGRAFÍA:
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- ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) (2005). Libro blanco de Pedagogía y Educación Social. Vol. 2. Madrid: Autor. En: http://www.aneca.es/var/media/150396/libroboanco_pedagogial2_0305.pdf.
- ASEDES (2004). El educador y la educadora social en el estado español: una concreción de su trabajo en centros escolares. Informe elaborado por Asedes (Asociación Estatal de Educación Social) junto con los Colegios Profesionales de Educadores y Educadoras Sociales del estado. Octubre 2004. [Material no editado]. En: http://www.ceespv.org/downloads/E.S._Centros_Escolares_ASEDES.pdf.
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- Castillo, M., Galán, D. y Pellissa, B. (2012). La incorporació dels educadors socials a l’escola: l’experiència present i les perspectives de futur. Barcelona: UOC.
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- Petrus, A., Romans, M. y Trilla, J. (2004). De profesión: educador(a) social. Barcelona: Paidós.
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